En las serenas sierras uruguayas, donde la naturaleza dialoga con la calma de un paisaje casi pintoresco, Diego de Risi Camardón y Constanza Dozo Moreno han tejido un retiro culinario que encarna tanto una odisea personal como un santuario gastronómico. María Justa, nombrado con afecto en honor a una abuela que encarnaba el amor por la cocina, no es solo un restaurante, sino una experiencia integral que ensambla arte, arquitectura y alimentación en el pequeño pero encantador Pueblo Edén.
Diego y Constanza, ambos cruzados por historias de vida donde el arte y la creación son protagonistas —ella como escultora y él como arquitecto y chef—, encontraron en la gastronomía y la naturaleza una confluencia de pasiones. Tras varias décadas, el destino, o tal vez la mera curiosidad, los guió a un lugar remoto que prometía nuevas raíces para sus sueños. Atraídos por la belleza de una cascada vista en internet, lo que comenzó como una escapada se convirtió en un proyecto de vida.
El concepto de María Justa surgió de un deseo compartido de fusionar sus talentos y obsesiones en un espacio donde la comida se convierte en arte y el entorno complementa cada plato. Situado a 45 minutos de Punta del Este, este restaurante es un testimonio del poder de la reinvención y del impulso creativo que no conoce de límites ni de edades.
La cocina de María Justa es un reflejo de las experiencias globales de Diego, un chef que ha saboreado lo mejor de los carritos callejeros y los restaurantes más exclusivos del mundo. Este bagaje se traduce en un menú diverso que promete una travesía culinaria desde el primer bocado. Los visitantes son recibidos con un elixir de naranja y vino blanco, seguido de platos que exploran desde focaccias y hummus hasta mariscos y gravlax, culminando en un cordero al curry que promete ser el ápice de la experiencia.
Lo que hace a María Justa singular no es solo su cocina, sino también su integración con el entorno. La construcción del restaurante, una obra maestra de wood framing que utiliza madera, hierro, vidrio y chapa, fue diseñada para coexistir pacíficamente con la naturaleza circundante. Esta armonía se extiende a las actividades que los comensales pueden disfrutar, desde senderismo hasta relajantes siestas en hamacas paraguayas, en un bosque que es tanto parte del restaurante como el comedor mismo.
Constanza, por su parte, ha encontrado en este idílico retiro un lienzo para sus artes. El paisaje se convierte en un participante activo de su obra, proporcionando materiales y inspiración para sus creaciones, desde cerámicas hasta óleos que nacen de la flora local.
María Justa no es solo un restaurante, es un testimonio del poder transformador de seguir una pasión y del coraje de reinventarse a sí mismo más allá de los convencionales límites de la edad o la carrera previa. Para aquellos que buscan no solo alimentar el cuerpo sino también el alma, este lugar ofrece una pausa culinaria que se siente, sin duda, como un retorno a lo esencial, lo auténtico.
Para Diego y Constanza, María Justa es más que un logro; es un inicio, una promesa de más creatividad y hospitalidad en los años venideros. Con proyectos de expansión que incluyen una casa de huéspedes y más, el futuro es tan prometedor como el menú. Quienes visitan descubren no solo un lugar para comer, sino un espacio para vivir y respirar la pasión de una pareja que ha convertido el sueño en sublime realidad.
FUENTE: LA NACION
Consultor, Coach y Mentor Gastronómico especializado en el área de negocios. Gerente de operaciones en actividad. Conferencista Internacional y Autor de 3 Best Sellers.
Ayudo a propietarios de restaurantes, bares, fast foods y negocios gastronómicos en general a potenciar sus negocios, profesionalizar su capital humano y lograr sus metas con una metodología propia y probada al rededor del mundo.
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